Resume las deformidades,
los vicios de un mundo a la deriva.
No actúa, padece; si se vuelve hacia la idea de tolerancia,
no encuentra en ella el excitante que necesitaría.
Sólo el terror se lo proporciona,
lo mismo que las doctrinas de las que éste es consecuencia.
¿Qué es su primera víctima? No se quejará.
Sólo le seduce la fuerza que le tritura.
Querer ser libre es querer ser uno mismo;
pero él está harto de ser él mismo,
de caminar en lo incierto,
de errabundear a través de las verdades.
"Pónganme las cadenas de la ilusión" suspira…
mientras se despide de las peregrinaciones del Conocimiento.
De este modo se arrojará de cabeza
en cualquier mitología que le garantice la protección
y la paz de un yugo.