Era una situación extraña, aquel día, el bien y el mal se encontraron en la tierra. Siempre, por alguna razón en la vida de los hombres, primero aparecía uno y luego hacía sus cosas el otro. Para arreglarlas o para empeorarlas.
La culpa era del eclipse. Los diarios habían anunciado que los mortales iban a presenciar un día diferente, ese 6 de junio.